Saltar la navegación

lmc

Decisiones difíciles pero irremediables para seguir la vocación

Comboni El camino misionero no es siempre sencillo, y por mucho que otros hayan compartido sus experiencias con nosotros, al dar el paso nos enfrentamos a realidades personales, familiares, de compañeros que requieren una respuesta desde nuestra vocación, a veces difíciles y que sólo apoyadas en la fe en Aquel que nos llamas somos capaces de franquear.

Os dejamos otro texto que puede iluminar esta reflexión:

Desde el siglo XVII se había producido algún infructuoso intento de evangelizar el corazón de África. En 1846, a instancias del canónigo maltés Anetto Casolani, estudioso y explorador, la Congregación de Propaganda Fide -actualmente Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos- erigió el «Vicariato apostólico del África Central», el mayor del mundo desde el punto de vista geográfico, pues limitaba al norte con Egipto, al este con el mar Rojo y Etiopía, al oeste con el Fezzán, el Níger y el vicariato de la Costa de Benín, y se extendía hacia el sur hasta los 12° de latitud austral.

La primera expedición misionera, guiada por el jesuita polaco Maximiliano Ryllo y compuesta por otros cuatro sacerdotes, entre ellos don Ángel Vinco, llegó a Jartum el 11 de febrero de 1848, después de cinco meses de aventuras y sufrimientos, navegando en barcazas por el Nilo y atravesando el desierto de Bayuda a lomos de camello. El 17 de junio, apenas cuatro meses después de la llegada, el P. Ryllo moría por la disentería. No pudo recibir las indispensables ayudas de Europa, entonces sacudida por las revoluciones de 1848. Mons. Ignacio Knoblecher, de veintinueve años, sucesor de Ryllo, y don Ángel Vinco salieron de Jartum con dirección a Europa, en busca de medios y de personal.

Mons. Knoblecher pudo volver a Jartum con cinco sacerdotes alemanes, un laico y la protección de Austria. Al regresar también Vinco, se le envió a las regiones inexploradas del sur para que llevara a cabo una fundación misionera entre los negros del Nilo Blanco. Vinco fue; junto con Knoblecher, el primer europeo que pisó los 4° 12' de latitud austral. Exploró la región que habitaba la tribu bari, cuya lengua y costumbres estudió, y abrió la estación misionera de Gondókoro. Pero las fiebres acabaron con su vida en el poblado de Libo, a los treinta y tres años de edad, el 23 de enero de 1853.

El alma de don Nicolás Mazza ardía de celo misionero. Por eso se puso en contacto con Propaganda Fide y con Mons. Knoblecher, y después de haber enviado a África a dos sacerdotes de su Instituto a modo de prueba, organizó una expedición compuesta por cinco sacerdotes y un laico. El más joven de ellos era Daniel Comboni; tenía veintiséis años. No iba a resultar fácil para él ni para los suyos esta separación del joven sacerdote. Cuando Comboni fue a Teseul para poner a la familia al corriente de su decisión, el padre rompió a llorar y la madre quedó desmadejada en su silla: «Hijo mío, no nos debes abandonar. Sabes cuánto te queremos».
Al día siguiente bajaron juntos a la iglesia parroquial a rezar. Terminada la misa, Dominga, la madre de Comboni, con los ojos todavía húmedos de llanto, tuvo el valor de decir: «Ve, Daniel, y que el Señor te bendiga».

Ultimados los preparativos y las despedidas familiares -todas ellas bastante emotivas- el grupo de misioneros se arrodilló a los pies de don Nicolás Mazza para recibir la bendición. Uno de ellos, en su Miscelánea de recuerdos, nos transmitió las últimas palabras del santo sacerdote: «Marchad, pues, en nombre de Dios. Acordaos que la obra a la cual os consagráis es obra suya; así que trabajad solamente para El. Amaos y respetaos mutuamente, procurad que haya siempre armonía entre vosotros, promoved y buscad siempre sólo la gloria de Dios, que todo 10 demás es vanidad».

Al zarpar de Trieste, el 6 de septiembre de 1857, los sacerdotes mazzianos sintieron la dolorosa punzada que hace sangrar el corazón de todo hombre que abandona la tierra natal para ir a regiones entonces lejanas y misteriosas, donde puede encontrar incluso la muerte. Esto hoy resulta improbable, pero entonces era casi una certeza, hasta el punto de que muchos misioneros ni siquiera llegaban al punto de destino y otros no cumplían los treinta años.
Tras una breve estancia en Egipto y una peregrinación a Tierra Santa, el grupo veronés empleó cuarenta días en cubrir los mil kilómetros que separan El Cairo de Korosko y otros dos meses para atravesar en camello el desierto de Nubia, antes de llegar a Jartum.

En febrero de 1858, después de una larga navegación por el Nilo, amarraban junto a la misión de Santa Cruz, donde eran recibidos por el misionero alemán José Lanz, que se había quedado solo tras la prematura muerte de su compañero de trabajo. Leyendo el diario de don Juan Beltrame podemos reconstruir idealmente la adaptación de los misioneros a la realidad africana: construcción de cabañas para cobijarse, preparación de la comida cotidiana, estudio de las lenguas indígenas, ejercicio de los más humildes oficios para sobrevivir.
«Tendremos que fatigamos, sudar, morir -escribía Comboni a sus padres desde Santa Cruz-; pero la idea de que se suda y se muere por amor de Jesucristo y por la salvación de las almas más abandonadas del mundo es demasiado dulce como para que podamos desistir de la gran empresa».

A mediados de marzo, don Francisco Oliboni, que siempre había resistido el clima malsano y las privaciones, se puso gravemente enfermo, y murió una semana después. Antes de expirar, a sus compañeros, reunidos alrededor de su yacija, les dijo con voz fatigada: «Muero, hermanos, y estoy contento, porque así lo quiere Dios; pero vosotros no debéis perder el ánimo. No os dejéis apartar de vuestro propósito... Y, aunque sólo quedase uno de vosotros, que no pierda la confianza ni se retire... Dios quiere la misión africana y la conversión de los negros; yo muero con esta certeza».
Daniel Comboni, al escuchar estas palabras con sabor profético, repitió junto al cadáver del heroico compañero su juramento, que constituirá el lema de toda su vida misionera: «África o muerte».

 

Te invitamos a escuchar esta canción