
La vocación misionera plantea nuevas preguntas y opciones cada día.
La vocación necesita de un profundo discernimiento, sabemos que esto fue algo que sostuvo a Comboni en los momentos más difíciles.
Él mismo escribe a Don Pietro Grana en Verona: “Ya he acabado los santos ejercicios, y después de haber pedido consejo a Dios y a los hombres, sólo he pensado que las misiones son mi verdadera vocación. Es más, el padre Marani, sucesor del gran siervo de Dios don Bertoni, me respondió que, conociendo mi vida con sus circunstancias pasadas y presentes, me asegura que mi vocación para las misiones de África es de las más claras y evidentes. Por lo que respecta a las circunstancias de mis padres, que en esta ocasión le he presentado sencillamente, me dijo: «Vaya, que yo le doy mi bendición, y confíe en la Providencia. El Señor, que le inspiró el generoso proyecto, sabrá consolar y proteger a sus padres». Por esto he decidido firmemente partir en el próximo septiembre”.
La vocación es una opción donde enraizamos nuestro seguimiento Jesús, es necesario alimentarla y nos obliga a tomar iniciativas en nuestra vida. Como podemos leer en el libro El mensaje de Daniel Comboni (pg. 87):
En la vida de Comboni impresiona la decisión con que se entregó a la causa de África y la constancia con que permaneció hasta la muerte fiel a este ideal frente a todas las dificultades. El secreto de una fortaleza apostólica tan grande se encuentra en la certeza de su personal vocación misionera africana: Dios lo llamó a ser apóstol de África y por esto ninguna fuerza humana podía detener ni desviar sus pasos de la orientación única y suprema que a la luz de la fe asumía su vida.Algunos pensamientos esclarecen el origen y la progresiva afirmación de su destino misionero. Pueden reunirse en orden cronológico en torno a cuatro momentos: el de la decisión definitiva que lo liga para siempre a las misiones de África; el momento en que ideó el «Plan» misionero para la evangelización de África consolida profundamente su respuesta a la llamada de Dios; el momento de fundación de los Institutos misioneros combonianos, en los cuales su vocación alcanza las dimensiones de un verdadero carisma misionero; finalmente, el momento de la madurez, cuando el misionero fundador mira a África como obispo y responsable de toda ella. En este itinerario espiritual resplandece el sentido y la coherencia de una vocación misionera excepcional.
La historia de vida de Comboni es una historia de seguimiento incondicional de Jesús en su misión por los pueblos de África negra, el Señor lo buscó como ayudante y él se entregó con el fiel convencimiento de que esa era la voluntad de Dios en su vida. Por este seguimiento no dudó en dejar su país o su familia, luchar contra las dificultades más extremas, tanto a nivel de salud como las que los hombres le ponían en su camino.
Su vida fue una vida plena, llena de iniciativas y en constante búsqueda de soluciones por el bien de sus hermanos más necesitados. Al principio unido al instituto de Don Mazza donde se forma y con el que partió a su primera misión, después y tras abandonar éste su inquietud misionera a la muerte del fundador, él continua como misionero. Viendo que la misión no da los frutos esperados y es un sinsentido donde europeos y africanos no consiguen llegar a buen puerto, tanto en África como en Europa, y con ayuda de aquel que le envió consigue idear el Plan para la Regeneración de África. Sin duda fruto del Espíritu pero también de numerosas noches sentado en su veranda pensando cómo hacer mejor las cosas. Fruto también del amor hacia los africanos que le permite ver en ellos a verdaderos hermanos capaces de ser protagonistas y receptores del Evangelio, muy alejado del pensamiento de la época que los tenía por personas de segunda clase o simple mano de obra.
En las dificultades consigue romper con los estándares establecidos, romper con las reglas que la sociedad impone y luchar por lo que es justo. Se enfrenta a la esclavitud, va por toda Europa reclamando la responsabilidad por la misión por parte de toda la Iglesia. Rompe las barreras de lo pequeño (países, congregaciones, diócesis, etc.) y proclama que el amor de Jesús es para todos, que él nos hace hermanos a todos y corresponsables los unos de los otros. Para ello no duda en reclutar como colaboradores a sacerdotes, hermanos, hermanas y laicos, es responsabilidad de todos y todos somos bienvenidos y necesarios en la misión.
Su llamada es universal, siendo preferencial por los más pobres y abandonados no es excluyente, pues todos estamos llamados a formar una nueva humanidad. Por encima del dinero, raza, procedencia o estado podemos y debemos construir un mundo mejor, corresponsabilizándonos los unos de los otros, pidiendo el apoyo de los que más tienen para ayudar a los más abandonados, recorrió toda Europa. Porque creía en el africano apostó por su formación, en común con sus misioneros, para que fueran artífices de su propia evangelización, desde lo que son, con sus cualidades que les hacía más accesible a sus hermanos.
Cada dificultad es un motivo de crecimiento para él, de creatividad y de impulso, entregado en aquello que le apasionaba con todas sus fuerzas, porque la vida no está para vivirla a medias.
Si sus opciones les reportaban nuevas responsabilidades no las rechazaba, tomaba sus nuevos cargos con humildad pero sin renunciar a su vocación por la que sufrirá y tendrá que enfrentarse a superiores e incluso a Roma. Peleará hasta su muerte por los pueblos más pobres y abandonados de África. Para finalmente poder quedar en manos del padre habiendo cumplida la parte su misión.
Pero su sombra se alarga y mil vidas se siguen entregando con la pasión que le caracterizó. Su vida iluminó y ayudó a muchos en su camino de seguimiento a Jesús en el servicio a los más pobres. Su vida es una inspiración para nosotros, nuestras respuestas son propias y debemos darlas cada día, como él hizo. Su pasión, entrega y radicalidad en las opciones nos ayudan a ser apasionados en lo que hacemos, pues sólo así tendremos plenitud en nuestra vida; entregados, porque es la única manera de seguir a Jesús, sabemos que es cierto que nos da ciento por uno y sobre todo que nos cuida y acompaña porque nos ha llamado; y radicales en las opciones porque no nos sometemos a convencionalismo, a respuestas dadas, no nos rendimos cuando otros dicen que es imposible, sabemos que la raíz de nuestra vocación es el seguimiento misionero de Jesús, Él nos llama y nos precede en el camino. A nosotros nos toca hacer nuestra parte de la misión para poder algún día descansar en los brazos del Padre.